lunes, 7 de abril de 2014

Literatura y erotismo (IV). Las tediosas sombras de Grey

La trilogía iniciada con “Cincuenta sombras de Grey” (2011), de la británica Erika Leonard, de soltera Erika Mitchell, que utiliza el seudónimo de E.L. James, se ha convertido en el último gran éxito de ventas de la literatura erótica. La edición española del primer libro de la saga se puso a la venta en junio de 2012 y los dos siguientes -“Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas”- un mes después. La trilogía ha vendido más de treinta millones de ejemplares y sus derechos se han comercializado en cuarenta países, consiguiendo un éxito superior al de las series “Crepúsculo” y “Harry Potter”, encabezando las listas de best seller en todos los países  en que se ha editado.
 
“Cincuenta sombras de Grey” fue desarrollada a partir de la fórmula fanfiction. El término (literalmente ficción de fans) hace referencia a relatos escritos por seguidores de una obra literaria, de una película, de un programa de televisión, de un videojuego… En esta fórmula se utilizan personajes, situaciones y ambientes tomados de la historia original además de los creados por el autor de la fanfiction, otorgándoles nuevos papeles. James inició lo que habría de ser su trilogía con una fanfiction publicada en su web con el título de “Amo del Universo”, basada en la saga “Crepúsculo”, la exitosa serie de Stephenie Meyer, utilizando los personajes creados por la escritora estadounidense,  hasta que se produjo el rechazo de un sector de lectores por la unión de un material considerado pornográfico con “Crepúsculo”. James cambió los nombres de los protagonistas dando vida literaria a Christian  Grey y Anastasia Steele y con ellos a  “Cincuenta sombras de Grey”, lanzado inicialmente como libro electrónico y edición en papel bajo demanda.

Confieso que para concluir la lectura de la entrega inicial tuve que acogerme a mi paciencia de antiguo y pertinaz crítico literario. Estaba suficientemente aburrido cuando no había superado sus primeras cien páginas. No fue menor el esfuerzo que supuso la lectura de los dos siguientes volúmenes. De la trilogía se ha escrito que es “un empalagoso cliché”, que “no va a ganar ningún premio por su prosa”, incluso que “no es una obra de arte literaria”.  Está escrita atropelladamente con una prosa facilona, de principiante, con mimbres anticuados, pero no deben perdonársele los errores por ser la primera novela de su autora. Françoise Sagan publicó “Buenos días, tristeza” (1954) con sólo 18 años, y de esta novela puede decirse cualquier cosa menos que esté mal escrita o que su trama no sea coherente. El diálogo interno de la protagonista de “Cincuenta sombras de Grey” es delirante y los personajes principales están desdibujados y son contradictorios en sus reacciones.
 
La naturaleza fuertemente erótica del libro y los estudios realizados sobre el segmento social de sus lectores conformado principalmente por mujeres casadas de más de treinta años, hizo que “Cincuenta sombras de Grey” fuese considerado por cierta crítica como “porno para mamás”. Otros segmentos interesados en su lectura son las adolescentes y las mujeres universitarias. Su éxito se ha atribuido, en buena parte, a la discreción que suponen los libros electrónicos. Un estudio publicado en Estados Unidos señala que es el libro, en su versión e-Book, mayoritariamente leído por mujeres en sus trayectos de transporte público.
 
La historia de la muy particular relación entre el magnate de los negocios Christian Grey y la universitaria Anastasia “Ana” Steele con su fondo, explícitamente descrito, de bondage/disciplina, dominación/sumisión, sadismo/masoquismo es un relato de cartón piedra porque resulta  incoherente, no tiene “vida”, parece de atrezo y está plagado de estupideces y de recursos falsos sin credibilidad para el lector. Desde el principio la historia es inverosímil incluso en los detalles.
 
La relación entre los protagonistas, llena de tiras y aflojas, de vueltas del infinito al cero y viceversa, zigzagueante y con situaciones premiosas y reiterativas, no es buena literatura ni el reflejo social que podía esperarse, y esas lacras aumentan a lo largo de sus tres volúmenes, con el distanciamiento y la ruptura entre Christian y Ana, su reconciliación,  y luego su boda, que desemboca en un giro en la trama que llega a convertirla a medias en un relato romántico y casi en un thriller sin que el lector se expliqué el porqué. Hemingway escribió: "toda situación que al lector le cuesta justificar, sobra en una novela".
 
“Cincuenta sombras de Grey”, “Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas” conforman un mero producto de consumo, plagado de contradicciones en sus fundamentos, basado en la acción de unos protagonistas que no siguen una línea argumental -y por ello emocional- que convenza sino que van acomodándose a unas circunstancias irrelevantes literariamente y  socialmente anacrónicas. Cada libro es peor que el anterior; la historia es repetitiva hasta la náusea.
 
Grey, que en el primer volumen de la trilogía apuntala su personalidad y sus prácticas sexuales en que huye de todo compromiso amoroso y de lazo afectivo alguno, resulta que acaba enamorándose de Ana, sin superar su extravagante antifeminismo que le lleva incluso a considerarse incompatible con el hecho de que la heroína decida seguir trabajando tras su boda. La obra, que en su descripción explícita del sexo busca ser atrevida, rompedora de tabúes, acaba en lo más “retro”: la boda de los protagonistas. En definitiva, Ana cumple el  ideal más convencional y superado de una mujer, como un eco del pasado victoriano: un buen matrimonio, en este caso con un magnate empresarial de éxito. Según se desarrolla, la historia narrada por James va convirtiéndose en una novela rosa, con un tinte que en otro tiempo sería sólo picante y en este tiempo es erótico o pornográfico. Es como un tratamiento puesto al día de las narraciones rosas y edulcoradas de la británica Bárbara Cartland, traducida ya a mediados del siglo pasado a cuarenta idiomas. Decepcionante si no fuese precisamente el objetivo que buscaba James. Y sorprende que millones de lectoras en el mundo se hayan sentido atraídas por este bodrio.
 
Acaso como contraste, algo me resultó interesante en la primera entrega de la trilogía y no se debe a James: su mención a la novela “Tess, la de los d'Urberville” (1891), de Thomas Hardy, el regalo que hace Christian Grey a Ana Steele. Probablemente es el primer libro considerado erótico que se le ocurrió a la autora para, al incluirlo en su historia, hacer atrayente el principio de su escalada en el relato sexual. Esa mención de “Tess” me lleva a destacar lo que en “Cincuenta sombras de Grey” James no entiende en la obra de Hardy. A James se le escapa la simbología de esa gran novela. No le saca partido literario ni mueve su reflexión social. La historia de Tess va más allá de ser un relato, en su día escandaloso,  con el fondo crudo de una violación, asunto no tratado hasta entonces, finales del siglo XIX, en la literatura inglesa. En “Tess” la protagonista aparece como víctima de la burguesía terrateniente (personificada en Alec), del idealismo liberal (en Ángel) y de la  férrea moral cristiana, la del pueblo en que vive su familia.
 
Hardy refleja con maestría en “Tess” una sociedad rural amenazada por la industrialización y esa realidad se envuelve en la doble moral sexual victoriana. Tess es víctima de esa doble moral, a pesar de ser una buena mujer. Hardy subtitula la novela “una mujer pura presentada fielmente”. La sociedad hipócrita  desprecia a Tess por haber perdido, contra su deseo, la virginidad sin casarse. Este ambiente en que se unen sexo/crisis social, ruralismo/industrialización aparece en “El amante de Lady  Chatterley”, de Lawrence. Y se trata también, en su aspecto de contraste campo/ciudad, en otra gran novela de Hardy, traducida al español como “Lejos del mundanal  ruido” (1874), titulada probablemente así por influencia en la traducción de los conocidos versos de Fray Luis de León (siglo XVI), ya que madding se traduciría frenético o desenfrenado no mundanal. Otro antecedente literario español es la obra “Menosprecio de Corte y alabanza de aldea” (1539), de Fray Antonio de Guevara. Los personajes más queridos por Hardy son aquellos que viven lejos de las ciudades, en medio de una apacible vida rural. Lo campesino representa la vida, lo urbano la  amenaza de su destrucción.
 
La autora de “Cincuenta sombras de Grey” podía haber incidido en la simbología de “Tess” y, trasladándola a su novela, subir el listón reflexivo del relato. James debería haber aprovechado su experiencia en la fanfiction. Pero su obra no evidencia una  escritora de casta. James no lo es. Estamos ante una autora con suerte en un tiempo en el que el gusto y la exigencia de los lectores están bajo mínimos. Desgraciadamente para ella, James no es Hardy, y tampoco es Lawrence ni Anaïs Nin. El resultado: esta trilogía no es una gran obra de la literatura erótica sino un producto de consumo para un lector poco exigente. Le cuadra haber sido considerada “porno para mamás”, aunque me malicio que muchas de sus lectoras la habrán encontrado tediosa y no les habrá producido revelación alguna y sí más aburrimiento que excitación. Una obra que se compra más que se lee.  A mí me aburrió hasta el bostezo. E.L. James es una Bárbara Cartland con sado/maso.