La trilogía iniciada
con “Cincuenta sombras de Grey” (2011), de la británica Erika Leonard, de
soltera Erika Mitchell, que utiliza el seudónimo de E.L. James, se ha
convertido en el último gran éxito de ventas de la literatura erótica. La edición
española del primer libro de la saga se puso a la venta en junio de 2012 y los
dos siguientes -“Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras
liberadas”- un mes después. La trilogía ha vendido más de treinta millones de ejemplares
y sus derechos se han comercializado en cuarenta países, consiguiendo un éxito
superior al de las series “Crepúsculo” y “Harry Potter”, encabezando las listas
de best seller en todos los países en que se ha editado.
“Cincuenta sombras de
Grey” fue desarrollada a partir de la fórmula fanfiction. El término (literalmente ficción de fans) hace referencia a relatos escritos por seguidores de
una obra literaria, de una película, de un programa de televisión, de un videojuego…
En esta fórmula se utilizan personajes, situaciones y ambientes tomados de la
historia original además de los creados por el autor de la fanfiction, otorgándoles nuevos papeles. James inició lo que habría
de ser su trilogía con una fanfiction
publicada en su web con el título de “Amo del Universo”, basada en la saga “Crepúsculo”,
la exitosa serie de Stephenie Meyer, utilizando los personajes creados por la
escritora estadounidense, hasta que se
produjo el rechazo de un sector de lectores por la unión de un material
considerado pornográfico con “Crepúsculo”. James cambió los nombres de los
protagonistas dando vida literaria a Christian
Grey y Anastasia Steele y con ellos a
“Cincuenta sombras de Grey”, lanzado inicialmente como libro electrónico
y edición en papel bajo demanda.
Confieso que para
concluir la lectura de la entrega inicial tuve que acogerme a mi
paciencia de antiguo y pertinaz crítico literario. Estaba suficientemente
aburrido cuando no había superado sus primeras cien páginas. No fue menor el esfuerzo que supuso la lectura de los dos siguientes volúmenes. De la trilogía se ha
escrito que es “un empalagoso cliché”, que “no va a ganar ningún premio por su
prosa”, incluso que “no es una obra de arte literaria”. Está escrita atropelladamente con una prosa
facilona, de principiante, con mimbres anticuados, pero no deben perdonársele
los errores por ser la primera novela de su autora. Françoise Sagan publicó “Buenos
días, tristeza” (1954) con sólo 18 años, y de esta novela puede decirse
cualquier cosa menos que esté mal escrita o que su trama no sea coherente. El
diálogo interno de la protagonista de “Cincuenta sombras de Grey” es delirante
y los personajes principales están desdibujados y son contradictorios en sus
reacciones.
La naturaleza fuertemente
erótica del libro y los estudios realizados sobre el segmento social de sus
lectores conformado principalmente por mujeres casadas de más de treinta años,
hizo que “Cincuenta sombras de Grey” fuese considerado por cierta crítica como
“porno para mamás”. Otros segmentos interesados en su lectura son las adolescentes
y las mujeres universitarias. Su éxito se ha atribuido, en buena parte, a la
discreción que suponen los libros electrónicos. Un estudio publicado en Estados
Unidos señala que es el libro, en su versión e-Book, mayoritariamente leído por
mujeres en sus trayectos de transporte público.
La historia de la muy
particular relación entre el magnate de los negocios Christian Grey y la
universitaria Anastasia “Ana” Steele con su fondo, explícitamente descrito, de bondage/disciplina,
dominación/sumisión, sadismo/masoquismo es un relato de cartón piedra porque
resulta incoherente, no tiene “vida”, parece
de atrezo y está plagado de estupideces y de recursos falsos sin credibilidad
para el lector. Desde el principio la historia es inverosímil incluso en los
detalles.
La relación entre los
protagonistas, llena de tiras y aflojas, de vueltas del infinito al cero y
viceversa, zigzagueante y con situaciones premiosas y reiterativas, no es buena
literatura ni el reflejo social que podía esperarse, y esas lacras aumentan a lo largo de sus tres volúmenes, con el distanciamiento y la ruptura entre Christian y Ana, su
reconciliación, y luego su boda, que
desemboca en un giro en la trama que llega a convertirla a medias en un
relato romántico y casi en un thriller
sin que el lector se expliqué el porqué. Hemingway escribió: "toda situación que al lector le cuesta justificar, sobra en una novela".
“Cincuenta sombras de
Grey”, “Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas” conforman un mero producto de consumo, plagado de contradicciones en sus fundamentos, basado
en la acción de unos protagonistas que no siguen una línea argumental -y por
ello emocional- que convenza sino que van acomodándose a unas circunstancias
irrelevantes literariamente y socialmente
anacrónicas. Cada libro es peor que el anterior; la historia es repetitiva
hasta la náusea.
Grey, que en el primer
volumen de la trilogía apuntala su personalidad y sus prácticas sexuales en que
huye de todo compromiso amoroso y de lazo afectivo alguno, resulta que acaba enamorándose
de Ana, sin superar su extravagante antifeminismo que le lleva incluso a
considerarse incompatible con el hecho de que la heroína decida seguir
trabajando tras su boda. La obra, que en su descripción explícita del sexo busca
ser atrevida, rompedora de tabúes, acaba en lo más “retro”: la boda de los
protagonistas. En definitiva, Ana cumple el ideal más convencional y superado de una
mujer, como un eco del pasado victoriano: un buen matrimonio, en este caso con
un magnate empresarial de éxito. Según se desarrolla, la historia narrada por
James va convirtiéndose en una novela rosa, con un tinte que en otro tiempo
sería sólo picante y en este tiempo es erótico o pornográfico. Es como un
tratamiento puesto al día de las narraciones rosas y edulcoradas de la
británica Bárbara Cartland, traducida ya a mediados del siglo pasado a cuarenta
idiomas. Decepcionante si no fuese precisamente el objetivo que buscaba James.
Y sorprende que millones de lectoras en el mundo se hayan sentido
atraídas por este bodrio.
Acaso como contraste, algo
me resultó interesante en la primera entrega de la trilogía y no se debe a James:
su mención a la novela “Tess, la de los d'Urberville” (1891), de Thomas Hardy, el
regalo que hace Christian Grey a Ana Steele. Probablemente es el primer libro
considerado erótico que se le ocurrió a la autora para, al incluirlo en su
historia, hacer atrayente el principio de su escalada en el relato sexual. Esa
mención de “Tess” me lleva a destacar lo que en “Cincuenta sombras de Grey”
James no entiende en la obra de Hardy. A James se le escapa la simbología de esa gran
novela. No le saca partido literario ni mueve su reflexión social. La
historia de Tess va más allá de ser un relato, en su día escandaloso, con el fondo crudo de una violación, asunto
no tratado hasta entonces, finales del siglo XIX, en la literatura inglesa. En
“Tess” la protagonista aparece como víctima de la burguesía terrateniente (personificada
en Alec), del idealismo liberal (en Ángel) y de la férrea moral cristiana, la del pueblo en que
vive su familia.
Hardy refleja con
maestría en “Tess” una sociedad rural amenazada por la
industrialización y esa realidad se envuelve en la doble moral sexual victoriana.
Tess es víctima de esa doble moral, a pesar de ser una buena mujer. Hardy
subtitula la novela “una mujer pura presentada fielmente”. La sociedad hipócrita
desprecia a Tess por haber perdido,
contra su deseo, la virginidad sin casarse. Este ambiente en que se unen sexo/crisis
social, ruralismo/industrialización aparece en “El amante de Lady Chatterley”, de Lawrence. Y se trata también,
en su aspecto de contraste campo/ciudad, en otra gran novela de Hardy,
traducida al español como “Lejos del mundanal ruido” (1874), titulada probablemente así por
influencia en la traducción de los conocidos versos de Fray Luis de León (siglo
XVI), ya que madding se traduciría frenético o desenfrenado no mundanal.
Otro antecedente literario español es la obra “Menosprecio de Corte y alabanza
de aldea” (1539), de Fray Antonio de Guevara. Los personajes más queridos por
Hardy son aquellos que viven lejos de las ciudades, en medio de una apacible
vida rural. Lo campesino representa la vida, lo urbano la amenaza de su destrucción.
La autora de “Cincuenta
sombras de Grey” podía haber incidido en la simbología de “Tess” y,
trasladándola a su novela, subir el listón reflexivo del relato. James debería haber
aprovechado su experiencia en la fanfiction.
Pero su obra no evidencia una escritora
de casta. James no lo es. Estamos ante una autora con suerte en un tiempo en el
que el gusto y la exigencia de los lectores están bajo mínimos. Desgraciadamente
para ella, James no es Hardy, y tampoco es Lawrence ni Anaïs Nin. El resultado:
esta trilogía no es una gran obra de la literatura erótica sino un producto de
consumo para un lector poco exigente. Le cuadra haber sido considerada “porno
para mamás”, aunque me malicio que muchas de sus lectoras la habrán encontrado
tediosa y no les habrá producido revelación alguna y sí más aburrimiento que
excitación. Una obra que se compra más que se lee. A mí me aburrió hasta el bostezo. E.L. James
es una Bárbara Cartland con sado/maso.