En mi galería de poetas
olvidados y, además, “raros” (empleando el término con el alto significado que
le da Rubén Darío), y excéntricos, figura en lugar destacado Manuel Fernández
Sanz, conocido desde su irrupción en las tertulias literarias madrileñas como
Manolo o Manolito “el Pollero”. Era un tipo orondo, irónico, con esa cierta
melancolía de los tímidos. Lucía un bigotito de época y fumaba en pipa. Murió
en 1966 y su único libro fue póstumo. No quiso publicar ninguna obra; era
reconocido por sus recitales, los primeros en las tertulias del Café Pombo y
del Café Varela, en Madrid, y a menudo en las sesiones de “Alforjas para la
poesía”, en el Teatro Lara, acertada iniciativa de Conrado Blanco, gran
animador de la poesía de la época.
sábado, 26 de diciembre de 2015
lunes, 7 de diciembre de 2015
En la muerte de Pío Caro Baroja, una visita a Itzea
Ha muerto Pío Caro
Baroja, sobrino de Pio Baroja, hijo de su hermana Carmen y del editor Rafael
Caro Raggio. Tenía 87 años y asumió la responsabilidad de ser albacea literario
y vigilante del legado del escritor vasco, aparte de tener una personalidad
propia como etnógrafo, documentalista cinematográfico, investigador del
folclore español y escritor. En su homenaje recuerdo en estas líneas mi visita
a Itzea, en 2005, invitado por Pío Caro
Baroja y su mujer Josefina. Fue una ocasión memorable.
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