A menudo he descubierto que no es del todo veraz aquel pensamiento de Jean Cocteau, un
genio enrevesado, de que “la juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo
que quiere”, y por ello suelo prestar singular atención a los jóvenes que saben lo que
quieren y lo persiguen. Hace poco escribí sobre Gonzalo Manglano, un novelista
que he seguido con atención y mimo desde sus primeras páginas, y hoy me detengo en Borja
Castellano, otro novelista joven que no debemos considerar una promesa sino una
realidad.
Pronto
hará un año -fue el 19 de octubre de 2012- presentó su primera novela, “La vida
epifita”, en la más que centenaria Asociación de Escritores y Artistas
Españoles. Los presentadores de aquella botadura literaria fuimos Carmen
Posadas y yo. Borja Castellano cumplirá dentro de poco treinta y cuatro años y
llega a la literatura con muchas lecturas bien asimiladas, vivencias en tierras
diversas, entusiasmo y dedicación. El pecado de los jóvenes talentos literarios
suele ser la dispersión, encender muchas lucecitas pero no seguir la luz. No es
el caso de Borja. Conoce su camino. Trabaja en lo que cree porque cree en lo que trabaja.