Pío Baroja es una de
mis sostenidas admiraciones literarias. No descubro un mediterráneo si lo
considero una de las cumbres de la novela española. Junto a Galdós, con el que
poco tiene que ver pero más de lo que los dos hubieran deseado si en su día se
les hubiese preguntado por sus afinidades, Baroja es otra de nuestras
frustraciones en el Premio Nobel. Como en el caso de Galdós, en España se
movieron en su día detractores y partidarios de que don Pío recibiese el Nobel.
En Suecia se hicieron los suecos.
España, cuna de
Cervantes, el creador de la novela moderna, no vio premiado con el Nobel a un
novelista hasta que en 1989 lo recibió Camilo José Cela, admirador confeso de
Baroja. Hemingway, otro ilustre barojiano, declaró al recibir el Nobel en 1954
que don Pío se lo merecía más que él. Otro escritor norteamericano que proclamó
su admiración por Baroja fue John Dos Passos. Don Pío murió el 30 de octubre de
1956 y, entre otros amigos, llevaron su ataúd a hombros Hemingway y Cela.
En el cofre de mi
memoria mimo el recuerdo de la visita que hice a Baroja en su casa de la calle
madrileña de Ruíz de Alarcón, 12. Fue la
única vez que estreché su mano. Lo he
contado ya en otro lugar. Me llevó mi padre a la casa del escritor; tendría yo
diez u once años. “Este es el último Van Halen”, dijo mi padre a Baroja.
Recuerdo a un viejo de boina y batín y que estábamos en una salita con
muchos cuadros en las paredes y una mesa camilla. Dándome un golpecito en el hombro, el escritor me dijo
algo así: “A ver si no das tanta guerra como tu abuelo”. Y no recuerdo más de aquella visita cuyo
valor entonces no sabía apreciar. Ni siquiera soy capaz de asegurar si mi memoria es directa en todos sus términos o en parte se asienta en los relatos que tengo oídos sobre aquel episodio de mi vida. Luego crecí con los libros de Baroja en la
biblioteca de mi padre, entre ellos el ejemplar dedicado de la primera edición
de la biografía que dedicó a aquel personaje decimonónico con mi mismo nombre: “Juan Van
Halen, el oficial aventurero”, publicada en 1933.
En la novelística de
Baroja la Historia ocupa un lugar destacado, y obviamente en sus ensayos biográficos breves y en sus dos biografías
de más ambición (junto a la de Juan Van Halen, la de Eugenio de Aviraneta: “Aviraneta
o la vida de un conspirador, de 1931), aunque don Pio tiene una visión histórica
peculiar.
Baroja no es un
historiador y no pretende serlo. En el prólogo de “Las horas solitarias” anota:
"Desde hace algún tiempo me he metido en el campo de la novela histórica:
pero no estoy completamente a gusto en él y tengo que salir para hacer mis
escarceos y ocuparme de las cosas del día”. La nota es de 1920. Llevaba Baroja varios
años escribiendo su serie de novelas “Memorias de un hombre de acción”,
iniciada con “El aprendiz de conspirador”, de 1913.
Azorín en un artículo
titulado "Baroja, historiador" anota que la concepción histórica de
nuestro novelista se reduce a entender que “la verdad del arte es más verdadera
que la verdad real” Y don Pío escribe: “Es más exacta la novela buena para reflejar un medio
social que el libro histórico excelente. En la novela, ya se sabe que todo
lleva un fin estético, y teniendo en cuenta este punto de vista, hay en el libro
novelesco exactitud y verdad”.
También en “Las horas
solitarias” el escritor declara que la enseñanza que ha encontrado en novelas
que admira, como “Rojo y Negro”, de Sthendal, y “Crimen y castigo”, de Dostoievski,
es sencillamente la vida. “Si no fuera por la vida que tienen serían poca
cosa”, y continúa: “La cuestión es tener vida, fibra, energía o romanticismo, o
sentimiento, o algo que hay que tener porque no se adquiere”. Eso, la vida, es
lo que encuentra Baroja en sus héroes reales.
Baroja sigue la
Historia, busca documentos cuando le interesa, contrasta los datos que ofrecen
los historiadores, pero, sobre todo, hace novelas. Y busca en la Historia la
vida, que en Baroja es sinónimo de acción.
Sus héroes son ejemplos de energía. Escribe: “¿Cuándo se han hecho cosas
admirables sin esfuerzo, sin heroísmo? ¿Se harán alguna vez? Yo creo que
nunca”. “¿Es apetecible que desaparezca todo lo que sea esfuerzo,
improvisación, energía?”, se pregunta en “El sabor de la venganza”.
Don Pío asume la
empresa de rescatar a ciertos hombres olvidados. Así tenemos el tipo de héroe
barojiano, que él traslada de la Historia a la novela: el esforzado,
improvisador, enérgico, valiente. Lo que le lleva a plasmar su ideal de vida:
"No veo por qué el ideal de la vida haya de ser llegar a una existencia
mecanizada y ordenada como una oficina de comercio" escribe también en “El
sabor de la venganza”. O sea que Baroja se apunta a lo espontáneo e instintivo,
a lo anárquico y desenfrenado.
Al novelar la Historia Baroja
sigue los hechos históricos pero no se deja aturdir por ellos; hace novela. Ese
pulso, esa tensión de novelista, no deja de estar presente en su biografía de
Aviraneta. No en la de Van Halen. Probablemente los materiales documentales
sobre Aviraneta no supondrían un soporte suficientemente sólido y continuado
para el seguimiento de la larga y agitada vida del personaje; el mismo escritor
dice que pudo rehacer “casi” por completo su vida; acaso por ello, por esas
carencias documentales fiables en la biografía de Aviraneta, Baroja pasa como
sobre ascuas por episodios del protagonista que habían recibido un amplio
tratamiento, desde la pura ficción, en las novelas de la serie "Memorias
de un hombre de acción". Baroja, al fin y al cabo, novelista siempre;
biógrafo ocasional. La primera característica de la biografía de Juan Van Halen
es que Baroja, al afrontarla, se encontró con unos materiales directos muy
apreciables, a diferencia de lo que le ocurrió al plantearse biografiar a
Eugenio de Aviraneta. Por eso la biografía del aventurero Van Halen deja menos margen a la ficción y es, por así decirlo, más histórica
En 1908 Baroja escribe
“Zalacaín el aventurero” que se publicaría al año siguiente. La novela, una de
las más populares de su autor, está ambientada en la segunda guerra carlista.
En 1911 comenzará don Pío sus investigaciones sobre Aviraneta. Probablemente sea
en esos años, de 1908 a 1911, cuando se inicia su interés por Van Halen. En 1912 Baroja compra en Vera de Bidasoa el caserón de “Itzea”
en donde se conserva su muy rica biblioteca en la que figuran numerosos libros de
carácter histórico sobre el siglo XIX, profusamente anotados y subrayados: “Memorias”, estudios, folletos, manuscritos y alegatos
reivindicativos. Es notable, además, la
presencia en las estanterías de “Itzea” de obras generales sobre la Historia
del siglo XIX y de títulos relativos a acontecimientos históricos en los que participaron
sus biografiados.
Ya he contado lo que
opinaba don Pío de la documentación en la novela histórica ("la verdad del
arte es más verdadera que la verdad real"), pero a la hora de escribir una
biografía considera que debe ajustarse a los datos ciertos. En la
"Advertencia" que coloca al frente de su vida de Juan Van Halen,
escribe: "Yo no sé si en una biografía puramente histórica, como ésta, la
tarea del escritor debe consistir en estilizarla o en adornarla, o únicamente
en buscar datos para aclarar sus puntos oscuros. Yo he optado por esto último
dentro de la pobreza de mis medios".
Baroja señala en su biografía
del aventurero: "Fue hombre audaz, a quien acompañó muchas veces la
suerte". Y escribe, sin duda con regocijo: "Todos los que le conocieron
en su juventud están conformes en pintarle como hombre inquieto, inteligente,
de conversación agradable, donjuanesco, de grandes atractivos para figurar en
sociedad". Ya tenemos ahí al típico héroe barojiano. Baroja en sus novelas se
encuentra a gusto retratando tipos entreverados, un tanto tenebrosos, de
embozos, claves secretas y misterios, con más tirón en los rincones oscuros que
en los salones. El personaje de esta biografía fue, en cierto modo, una excepción. Las únicas oscuridades del libro son los hechos que el propio biografiado ocultó en sus "Memorias", que siguió don Pío a pie juntillas. Desvelé algunas de estas oscuridades intencionadas en el capítulo "Baroja, biógrafo" incluido en mi libro de ensayos "El viajero del tiempo. Lecturas, libros y escritores", de 2011.
Don Pío dejó escritas
sus diferencias con Galdós como autor de libros históricos: “Galdós ha ido a la
Historia por afición a ella; yo he ido a la Historia por curiosidad hacia un
tipo; Galdós ha buscado los momentos más brillantes para historiarlos; yo he
insistido en los que me ha dado el protagonista”. Y en cuanto a los métodos:
“Como investigador, Galdós ha hecho poco o nada; ha tomado la Historia hecha en
los libros; en este sentido, yo he trabajado algo más: he buscado en los
archivos y he recorrido los lugares de acción de mis novelas, intentando reconstruir
lo pasado”.
Creo que el Baroja biógrafo no está a la altura del
Baroja novelista. Sus biografías son correctas; los
personajes están ahí. Pero en la biografía de Aviraneta no elude la ficción, y en la biografía de Van Halen se fía tanto del relato del propio personaje sobre su vida que no desvela lo que éste ocultó en sus "Memorias". En todo caso, el gran novelista metido a biógrafo no se pidió más a sí
mismo y sus lectores no vamos a pedírselo a él. Y como historiador se ocupa de
aquellos episodios que viven sus protagonistas. Lo demás le sobra.