domingo, 29 de junio de 2014

Baroja, historiador y biógrafo

Pío Baroja es una de mis sostenidas admiraciones literarias. No descubro un mediterráneo si lo considero una de las cumbres de la novela española. Junto a Galdós, con el que poco tiene que ver pero más de lo que los dos hubieran deseado si en su día se les hubiese preguntado por sus afinidades, Baroja es otra de nuestras frustraciones en el Premio Nobel. Como en el caso de Galdós, en España se movieron en su día detractores y partidarios de que don Pío recibiese el Nobel. En Suecia se hicieron los suecos.
 
España, cuna de Cervantes, el creador de la novela moderna, no vio premiado con el Nobel a un novelista hasta que en 1989 lo recibió Camilo José Cela, admirador confeso de Baroja. Hemingway, otro ilustre barojiano, declaró al recibir el Nobel en 1954 que don Pío se lo merecía más que él. Otro escritor norteamericano que proclamó su admiración por Baroja fue John Dos Passos. Don Pío murió el 30 de octubre de 1956 y, entre otros amigos, llevaron su ataúd a hombros Hemingway y Cela.

En el cofre de mi memoria mimo el recuerdo de la visita que hice a Baroja en su casa de la calle madrileña de Ruíz de Alarcón, 12.  Fue la única vez que estreché su mano.  Lo he contado ya en otro lugar. Me llevó mi padre a la casa del escritor; tendría yo diez u once años. “Este es el último Van Halen”, dijo mi padre a Baroja. Recuerdo a un viejo de boina y batín y que estábamos en una salita con muchos cuadros en las paredes y una mesa camilla. Dándome un golpecito en el hombro, el escritor me dijo algo así: “A ver si no das tanta guerra como tu abuelo”.  Y no recuerdo más de aquella visita cuyo valor entonces no sabía apreciar. Ni siquiera soy capaz de asegurar si mi memoria es directa en todos sus términos o en parte se asienta en los relatos que tengo oídos sobre aquel episodio de mi vida. Luego crecí con los libros de Baroja en la biblioteca de mi padre, entre ellos el ejemplar dedicado de la primera edición de la biografía que dedicó a aquel personaje decimonónico con mi mismo nombre: “Juan Van Halen, el oficial aventurero”, publicada en 1933.
 
En la novelística de Baroja la Historia ocupa un lugar destacado, y obviamente en sus ensayos biográficos breves y en sus dos biografías de más ambición (junto a la de Juan Van Halen, la de Eugenio de Aviraneta: “Aviraneta o la vida de un conspirador, de 1931), aunque don Pio tiene una visión histórica peculiar.  
 
Baroja no es un historiador y no pretende serlo. En el prólogo de “Las horas solitarias” anota: "Desde hace algún tiempo me he metido en el campo de la novela histórica: pero no estoy completamente a gusto en él y tengo que salir para hacer mis escarceos y ocuparme de las cosas del día”. La nota es de 1920. Llevaba Baroja varios años escribiendo su serie de novelas “Memorias de un hombre de acción”, iniciada con “El aprendiz de conspirador”, de 1913.
 
Azorín en un artículo titulado "Baroja, historiador" anota que la concepción histórica de nuestro novelista se reduce a entender que “la verdad del arte es más verdadera que la verdad real” Y don Pío escribe: “Es más exacta la novela buena para reflejar un medio social que el libro histórico excelente. En la novela, ya se sabe que todo lleva un fin estético, y teniendo en cuenta este punto de vista, hay en el libro novelesco exactitud y verdad”.
 
También en “Las horas solitarias” el escritor declara que la enseñanza que ha encontrado en novelas que admira, como “Rojo y Negro”, de Sthendal, y “Crimen y castigo”, de Dostoievski, es sencillamente la vida. “Si no fuera por la vida que tienen serían poca cosa”, y continúa: “La cuestión es tener vida, fibra, energía o romanticismo, o sentimiento, o algo que hay que tener porque no se adquiere”. Eso, la vida, es lo que encuentra Baroja en sus héroes reales.
 
Baroja sigue la Historia, busca documentos cuando le interesa, contrasta los datos que ofrecen los historiadores, pero, sobre todo, hace novelas. Y busca en la Historia la vida, que en Baroja es sinónimo de acción.  Sus héroes son ejemplos de energía. Escribe: “¿Cuándo se han hecho cosas admirables sin esfuerzo, sin heroísmo? ¿Se harán alguna vez? Yo creo que nunca”. “¿Es apetecible que desaparezca todo lo que sea esfuerzo, improvisación, energía?”, se pregunta en “El sabor de la venganza”.
 
Don Pío asume la empresa de rescatar a ciertos hombres olvidados. Así tenemos el tipo de héroe barojiano, que él traslada de la Historia a la novela: el esforzado, improvisador, enérgico, valiente. Lo que le lleva a plasmar su ideal de vida: "No veo por qué el ideal de la vida haya de ser llegar a una existencia mecanizada y ordenada como una oficina de comercio" escribe también en “El sabor de la venganza”. O sea que Baroja se apunta a lo espontáneo e instintivo, a lo anárquico y desenfrenado.
 
Al novelar la Historia Baroja sigue los hechos históricos pero no se deja aturdir por ellos; hace novela. Ese pulso, esa tensión de novelista, no deja de estar presente en su biografía de Aviraneta. No en la de Van Halen. Probablemente los materiales documentales sobre Aviraneta no supondrían un soporte suficientemente sólido y continuado para el seguimiento de la larga y agitada vida del personaje; el mismo escritor dice que pudo rehacer “casi” por completo su vida; acaso por ello, por esas carencias documentales fiables en la biografía de Aviraneta, Baroja pasa como sobre ascuas por episodios del protagonista que habían recibido un amplio tratamiento, desde la pura ficción, en las novelas de la serie "Memorias de un hombre de acción". Baroja, al fin y al cabo, novelista siempre; biógrafo ocasional. La primera característica de la biografía de Juan Van Halen es que Baroja, al afrontarla, se encontró con unos materiales directos muy apreciables, a diferencia de lo que le ocurrió al plantearse biografiar a Eugenio de Aviraneta. Por eso la biografía del aventurero Van Halen deja menos margen a la ficción y es, por así decirlo, más histórica
 
En 1908 Baroja escribe “Zalacaín el aventurero” que se publicaría al año siguiente. La novela, una de las más populares de su autor, está ambientada en la segunda guerra carlista. En 1911 comenzará don Pío sus investigaciones sobre Aviraneta. Probablemente sea en esos años, de 1908 a 1911, cuando se inicia su interés por Van Halen. En 1912  Baroja compra en Vera de Bidasoa el caserón de “Itzea” en donde se conserva su muy rica biblioteca en la que figuran numerosos libros de carácter histórico sobre el siglo XIX, profusamente anotados y subrayados: “Memorias”, estudios, folletos, manuscritos y alegatos reivindicativos. Es notable, además,  la presencia en las estanterías de “Itzea” de obras generales sobre la Historia del siglo XIX y de títulos relativos a acontecimientos históricos en los que participaron sus biografiados.
 
Ya he contado lo que opinaba don Pío de la documentación en la novela histórica ("la verdad del arte es más verdadera que la verdad real"), pero a la hora de escribir una biografía considera que debe ajustarse a los datos ciertos. En la "Advertencia" que coloca al frente de su vida de Juan Van Halen, escribe: "Yo no sé si en una biografía puramente histórica, como ésta, la tarea del escritor debe consistir en estilizarla o en adornarla, o únicamente en buscar datos para aclarar sus puntos oscuros. Yo he optado por esto último dentro de la pobreza de mis medios".
 
Baroja señala en su biografía del aventurero: "Fue hombre audaz, a quien acompañó muchas veces la suerte". Y escribe, sin duda con regocijo: "Todos los que le conocieron en su juventud están conformes en pintarle como hombre inquieto, inteligente, de conversación agradable, donjuanesco, de grandes atractivos para figurar en sociedad". Ya tenemos ahí al típico héroe barojiano. Baroja en sus novelas se encuentra a gusto retratando tipos entreverados, un tanto tenebrosos, de embozos, claves secretas y misterios, con más tirón en los rincones oscuros que en los salones. El personaje de esta biografía fue, en cierto modo, una excepción. Las únicas oscuridades del libro son los hechos que el propio biografiado ocultó en sus "Memorias", que siguió don Pío a pie juntillas. Desvelé algunas de estas oscuridades intencionadas en el capítulo "Baroja, biógrafo" incluido en mi libro de ensayos "El viajero del tiempo. Lecturas, libros y escritores", de 2011.
 
Don Pío dejó escritas sus diferencias con Galdós como autor de libros históricos: “Galdós ha ido a la Historia por afición a ella; yo he ido a la Historia por curiosidad hacia un tipo; Galdós ha buscado los momentos más brillantes para historiarlos; yo he insistido en los que me ha dado el protagonista”. Y en cuanto a los métodos: “Como investigador, Galdós ha hecho poco o nada; ha tomado la Historia hecha en los libros; en este sentido, yo he trabajado algo más: he buscado en los archivos y he recorrido los lugares de acción de mis novelas, intentando reconstruir lo pasado”.
 
Creo que el  Baroja biógrafo no está a la altura del Baroja novelista. Sus biografías son correctas; los personajes están ahí. Pero en la biografía de Aviraneta no elude la ficción, y en la biografía de Van Halen se fía tanto del relato del propio personaje sobre su vida que no desvela lo que éste ocultó en sus "Memorias". En todo caso, el gran novelista metido a biógrafo no se pidió más a sí mismo y sus lectores no vamos a pedírselo a él. Y como historiador se ocupa de aquellos episodios que viven sus protagonistas. Lo demás le sobra.