Hace pocos días intervine en el acto de
presentación de Bártulos Editorial, un nuevo sello editor de pálpito original y
ambición renovadora. En el mismo acto presenté “Un cadáver en su tinta”, la segunda
novela de Gonzalo Manglano, autor sobre el que los lectores habituales de este
blog ya conocen lo que opino. Escribí sobre su primera novela “Crónicas de
humo”. Entre una y otra novela Manglano creó algunas más pero permanecen inéditas.
“Un cadáver en su tinta” inaugura la nueva editorial.
La palabra castellana “bártulos” procede
de una deformación del nombre de Bártolo de Sassoferrato, una referencia en la
historia del Derecho, uno de los juristas más eminentes de todos los tiempos,
autor de las bases de la cultura jurídica europea. Fue profesor en Pisa y en
Perusa, consejero de Carlos IV de Luxemburgo, y creó la “escuela de los
comentaristas”. Tras su muerte se repitió el dicho “nemo bonus iuriste, nisi
sit bartolista” (nadie es buen jurista si no es bartolista). Sus discípulos se
trasladaban de una clase a otra acarreando los voluminosos tratados jurídicos
de Bártolo. “No olvides los “bártolos”, se decían. Y de ahí se llegó a la
palabra “bártulos” que es el nombre elegido por la nueva editorial que compagina
las ediciones en internet con las clásicas en papel. Los márgenes de los tratados
jurídicos de Bártolo estaban llenos de comentarios de sus discípulos, y en los
márgenes de “Un cadáver en su tinta” se reserva un espacio para “notas del
lector”.
Entre “Crónicas de humo” y “Un cadáver
en su tinta” hay una línea circular, concéntrica, pese a que nada o poco tienen
que ver el tratamiento creador y el tema de los dos títulos. Tuve también la
fortuna de intervenir en el acto de presentación de aquella primera novela de
Manglano junto a mi admirado amigo Gonzalo Anes, Director de la Real Academia de
la Historia recientemente desaparecido. He visto llegar y crecer como escritor a Manglano, al que no me
gusta considerar promesa sino gozosa realidad. Entre sus obras cuenta con ensayos
literarios, relatos, y tiene cualidades excepcionales de fabulador. Por otra
parte, es un hombre culturalmente
activo, un animador cultural con presencia en plurales manifestaciones desde
la Universidad a las tertulias literarias. Cada vez que nos encontramos, Gonzalo
está preparando una actividad nueva, me sorprende con una nueva prueba de su imaginación.
Como escritor es pulcro, maneja un castellano elegante, depurado, poético, y su
artificio narrativo es de gran originalidad; sabe resolver con maestría las
situaciones de la trama.
Las dos novelas publicadas por Gonzalo
Manglano son la desembocadura de muchas lecturas y bien digeridas. Tanto en “Crónicas
de humo” como en “Un cadáver en su tinta” la ficción se asienta en una especie
de juego de espejos. Lo que en la primera novela era una falsificación del
arte, en la segunda es una falsificación de la literatura.
En “Un cadáver en su tinta” hay una
constante interrogación trascendente. Es el retrato de un absurdo en una
situación que permite al autor cavilar sobre la vida y la muerte y, en suma, alzar
un interrogante sobre la inmortalidad. La pregunta poliédrica de esta novela tiene
que ver no poco con el surrealismo, con el absurdo, con la cabriola lírica. Pero
hay un mensaje nítido detrás. En una primera lectura, inevitablemente y al
principio casi imperceptiblemente, el lector piensa en Ionesco, en Tristan
Tzara, en Gómez de la Serna, en Arrabal… Ambas novelas de Manglano coinciden en
algunas claves. En la fugacidad de la vida y en las cavilaciones e interrogaciones
sobre la muerte. En “Un cadáver en su tinta” la muerte puede no ser real sino
una ficción más, como la memoria no es otra cosa que el olvido aderezado por el
tiempo y por quién lucha por recrearlo. A cuento de la primera novela de
Gonzalo escribí que la vida siempre es ese confundidor Callejón de Gato lleno
de espejos que nos reflejan pero que también nos deforman. Nunca somos nosotros
mismos tal como quisiéramos ser. Algo parecido podría escribir sobre esta segunda
novela.
La trama de “Un cadáver en su tinta”
permite a su autor adentrarse en las relaciones humanas desde una realidad que
se reafirma y al tiempo se niega a sí misma. Sebastián, denunciante y también acusado
de un crimen singular del que ha sido víctima su novia Marta, afronta una peripecia
en la que insiste Gonzalo: una búsqueda en la que a nadie parece interesar
el encuentro ni a quién encontrar. El esfuerzo por llegar a un destino del que
no se regresa. ¿O sí? Esa es la puerta abierta que deja la novela. El juego del
tiempo es uno de los hallazgos de “Un cadáver en su tinta”. El tiempo fugitivo
que a veces explica y a veces confunde pero que siempre está ahí. El
planteamiento de la novela adentra al lector en un torbellino de circunstancias
aparentemente descabelladas que el autor adereza con reflexiones sobre la vida,
el mundo, y la existencia; sobre la vida como muerte y la muerte como vida.
A Marta la han asesinado clavándole una
pluma estilográfica en la cabeza. El asunto sería más o menos normal, pero en
la explicación del forense llega la sorpresa y la clave reflexiva de la novela.
Marta cuando murió estaba leyendo un libro y el forense aclara: “La falsa
literatura mata más personas al año de las que imagina; rompe la conexión con
el cerebro que deja de recibir oxígeno, todo se agarrota y la víctima muere”. Es
un hallazgo literario de Gonzalo considerar a la mala literatura como
desencadenante de la muerte, y ya acompañará a la trama de la novela, en la que
se consigue la inmortalidad (digamos la gloria) desde la muerte que produce
leer libros sin calidad. Es otra vida y también es otra muerte. Marta vive,
aunque está muerta, y sus pésimas lecturas de mero entretenimiento y evasión,
le han llevado a esa situación, a un limbo de quienes en la literatura sólo
buscan lo fácil.
La trama desemboca en una situación
surrealista: el mundo se aficiona a consumir bodrios seudoliterarios y así
llegar a una muerte que lleve a la gloria inmortal de los alienados, de los
consumidores de libros sin valor alguno. Y no digamos a la gloria de sus
autores; a su supuesta inmortalidad literaria. Los auténticos escritores y
pensadores han de ocultarse o disfrazarse para no ser arrastrados hacia ese
canon de mediocridad y falsedades. La búsqueda de la calidad es, al cabo, la
búsqueda de la verdad.
“Un cadáver en su tinta” es una novela
simbólica, en un tiempo en el que triunfa una literatura menor, apoyada por la
mercadotecnia (no puedo soportar la palabra “marketing”) y las editoriales
responden comúnmente al consumo y venden libros con la misma sensibilidad y
técnica comercial que venderían sonajeros o maquinillas de afeitar. La nueva
novela de Gonzalo Manglano es un alegato, arriesgado en forma y fondo, que se
aleja del canon y acaso está iniciando una especie de anti-canon, que falta nos
hace, en un momento en el que padecemos demasiada literatura mediocre o mala.
Hay que leer “Un cadáver en su tinta”
entendiéndola como un simbolismo inteligente. Estas páginas atesoran un ritmo musical que viene a
ser un componente de la propia trama, en el que la metáfora cumple su papel.
Forma y fondo construyen una sinfonía que da cuerpo, sentido y alma a lo que se
nos cuenta, con originalidad, con personalidad. Es la obra de un escritor que tiene su vocación muy clara y evidencia una madurez que ya se manifestaba en "Crónicas de humo" y que nace no sólo de sus lecturas; también de una experiencia anterior como creador de novelas hoy inéditas que, sin duda, veremos editadas un día.
Por otra parte, siguiendo una impecable
y rica estela, (pienso en celebradas novelas de Azorín y de Baroja), Gonzalo
incorpora a su novela capítulos dialogados, de factura teatral, lo que supone otra
apuesta arriesgada que acaso sorprenda a más de un lector. Conozco escasísimos
ejemplos de novela dialogada en nuestra literatura actual. Por algo será. En “Un
cadáver en su tinta”, el autor asume el reto y sale airoso.
Tras esta segunda novela reitero lo que
escribí respecto a la primera: tengo fe en Gonzalo Manglano, en su creación
literaria y en su futuro como escritor. Bienvenida sea la novela “Un cadáver en
su tinta” que confirma a un creador original y con gran talento narrativo. Y me
congratulo de la llegada de Bártulos Editorial, con propósitos renovadores, al
difícil y a menudo desnortado mundo de las ediciones.