Me tengo por un buen catador de
creadores. Desde la madurez que, ay, me otorga la mera cronología, los veo llegar y pocas veces me equivoco
cuando apuesto por alguno de ellos. No puedo asegurar cuánto tardarán en
conseguir el fin que se proponen, ni siquiera es infalible afirmar que lleguen
a conseguirlo porque la consecución de una meta tiene no poco que ver con
factores ajenos a la valía, pero sí me atrevo a valorar el equipaje que llevan en su camino.
Es el caso de Gonzalo Manglano de Garay
al que no me gusta considerar promesa. No se trata de una adivinación de su
trabajo futuro sino de una afirmación de su camino ya recorrido. Ha publicado
ensayo literario, relatos, y es un excepcional fabulador además de un hombre sumergido
en la cultura desde una consideración activa, de animación, de presencia en las
más plurales manifestaciones. Siempre está maquinando algo nuevo, siempre nos
sorprende con su imaginación desbordante. Además, y acaso debería haber
empezado por ahí, es un novelista original, pulcro en el artificio narrativo,
sabio muñidor del idioma, minucioso en el adjetivo, resolutivo en las situaciones
de la trama, de lenguaje onírico y poético. Ha escrito varias novelas y ha
publicado “Crónicas de humo” (Alfama, 2008) en cuyo acto de presentación tuve
la fortuna de intervenir.